EDITORIAL | El valor de la palabra y el riesgo de los silencios

“Democracia a la carta (documento)”

Si algo debe garantizarse en toda democracia sana es el derecho de la ciudadanía a cuestionar, exigir explicaciones y manifestar su descontento, incluso en tono irónico, sarcástico o duro, sobre quienes detentan cargos públicos. Los dirigentes, por su propia condición de representantes del pueblo, no están exentos de la crítica; al contrario, deben ser los primeros en aceptar con madurez que la exposición pública conlleva también el deber de rendir cuentas y tolerar las opiniones de sus vecinos, aún las más ácidas.

La función de los funcionarios no debería consistir en controlar lo que se dice de ellos ni en intentar disciplinar a la comunidad a fuerza de recursos legales, sino en actuar con honestidad, transparencia y compromiso para que sus actos hablen por sí mismos, desactivando desde los hechos cualquier crítica infundada. Porque cuando un dirigente responde a las opiniones con cartas documento en lugar de explicaciones claras, el mensaje que se transmite es de debilidad institucional y escasa capacidad de diálogo.

Lo que ha sucedido en las últimas horas con el concejal Pablo Bottasso y su intento de disciplinar a una vecina a través de una carta documento no es un hecho aislado. Forma parte de una lamentable actitud que, en este tiempo, también se ha instalado desde la administración municipal, que sistemáticamente niega información a este medio de comunicación, evita responder preguntas de interés público y se incomoda ante cualquier consulta periodística que no sea funcional a su relato.

Una gestión que rehúye el diálogo con la prensa libre y condiciona sus apariciones solo a medios afines se aleja peligrosamente de las prácticas democráticas y empobrece la vida institucional de la comunidad. Porque cuando los funcionarios deciden a quién le hablan y a quién no, están vulnerando un derecho básico: el de la gente a estar informada.

Y es allí donde los medios de comunicación tenemos una responsabilidad ineludible y no negociable: no ceder ante las presiones, no caer en el silencio cómodo ni en la autocensura preventiva. Somos, ante todo, el espacio donde deben convivir todas las voces de una comunidad: las oficiales y las disidentes, las que aplauden y las que cuestionan, las que elogian y las que denuncian. Y debemos garantizar que todas ellas tengan su lugar. Aún cuando sean incómodas. Aún cuando cuestionen. Aún cuando incomoden a los que circunstancialmente ostentan poder.

Porque si el periodismo deja de incomodar al poder, deja de cumplir su razón de ser. Si los medios se convierten en voceros de conveniencia o en amplificadores de versiones únicas, la democracia se vuelve frágil y la sociedad queda desprotegida frente a los abusos.

En FM de la MEDIALUNA, como siempre, asumimos ese compromiso. El de informar con rigor, con respeto, pero sin miedos. Defendiendo la libertad de expresión como un valor irrenunciable y convencidos de que en la pluralidad de opiniones, incluso en el debate áspero, se construye una sociedad más justa, más abierta y más democrática.

Sin censuras, sin silencios impuestos y sin condicionamientos. Porque primero está la verdad, y el derecho de la comunidad a conocerla.

Guillermo Miranda
FM de la MEDIALUNA

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